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domingo, 18 de octubre de 2015

Un hola, nada más.

 
 
 
Hoy me ha sucedido algo
que me ha hecho replantearme
mis prioridades en la vida,
después de un buen café y charla con amigas
aprovechando el soleado domingo otoñal
he decidido dar un paseo por las empedradas
y angostas calles de mi querido Cehegín,
abstraída   en el encanto ancestral
que me produce pasear por el Casco Viejo
de mi entrañable y mágico pueblo,
al descender  las escaleras que conducen
desde el Paseo de la Concepción hasta
La Plaza del Mesoncico
en dirección al Museo Arqueológico
( que por cierto me ha encantado y recomiendo)
en la susodicha plaza
en una concurrida terraza
varios grupos de personas
disfrutaban de la soleada mañana dominical
con amigos y parientes entre risas y tertulias
en una de las mesas he creído ver a una conocida,
una persona que conozco de vista
y con la que no tengo relación,
una persona que no ha tenido una vida fácil,
como cosa normal le he dicho:
- Hola ( alzando la mano y sonriendo),
solo un hola y una sonrisa, nada más,
y con brillo en sus ojos
y una visible alegría
que le ha iluminado la cara
me ha dicho textualmente:
-Muchas gracias Elena por saludarme.
En ese momento me he sentido pequeña
por quejarme por tonterías y banalidades
cuando otra persona es feliz
solo con un hola y una sonrisa nada más.
Esa persona me ha hecho recapacitar
y entender que lo verdaderamente
importante de la vida
son los detalles,
los momentos,
la sonrisa,
un simple saludo,
en definitiva las personas
y su felicidad.
Esta reflexión es mi manera
de agradecer a esa persona
que me haya abierto los ojos
y me haya hecho feliz
solo por un hola y una sonrisa, nada más.
Gracias, gracias, gracias.



© Irene Argos.


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